Yul y F

El diario de Yul

Yul y F

Lunes, 20 de marzo

¡Hola compis! Os cuento mi historia con F…

El pasado jueves fuimos al estreno de una exposición de fotografía porno. Y antes que nada dejadme que os diga que el fotógrafo en cuestión es un crack. No conocía este tipo de fotografía pero por un amigo de un amigo de mi amigo y vecino V, pudimos ir y ahora os cuento mi gran aventura sexual.

Os pongo en situación:

Habíamos quedado a las siete en la puerta de la galería de arte en cuestión. V ya había llegado y hablaba con un grupo de personas a cual más cool. Me acerqué para saludar y de paso poder observar a un tipo que me estaba pareciendo muy atractivo, pero no fue hasta que lo tuve delante cuando realmente me excité. Como siempre cuando te presentan a alguien damos dos besos, pero depende de los besos, la seguridad con la que te acercas, el olor que desprendes, si intentas mirar a los ojos a esa persona, si los besos caen al aire o por el contrario chocan contra la mejilla contraria emitiendo un gran chasquido, todo eso importa y cambia por completo la forma en la que te muestras.

Bien, pues el peazo de chico en cuestión, a partir de ahora lo llamaré por la F, de felino, por sus ojos. Ni verdes, ni grises, ni siquiera recuerdo el color, pero sí su mirada felina y morbosa, muy morbosa. Y F se me acerca, emanando un olor a sexo, a fóllame, a déjame que te folle. Cuando me planta un beso húmedo y duro en mi mejilla. Yo quiero más, y me giro rápidamente dispuesta a recibir mi segundo beso. Ese que no llega, porque por la razón que sea no me da dos besos, en lugar de eso me mira y me sonríe. Yo lo miro e imitando su gesto y él me guiña un ojo, y… Creo que en ese momento, detrás de él vi fuegos artificiales… Ya, sé que no, pero mi estómago me dio un vuelquecito, no de amor ni enamoramiento, sino de misterio, de hambre, de querer el primero, segundo, postre y café. De querer saborear esos labios que sonríen, de querer chupar esa piel hasta que su perfume desparezca, y nuestros olores naturales se entremezclen y confundan. De notar su polla dura rompiendo las barreras que solo la humanidad más cruel interpone, porque para mí pene y vagina son uno, y cuando se juntan la música suena, mi felicidad estalla y…

—Ei Yul, ¿ni un hola? —me dice Susho.

¿Pero cuándo ha llegado? No me he enterado. ¿Y con quién viene? ¿Quién es esa morena con boquita de piñón y cuerpo cañón? Por Dios, ¿cuánto tiempo he estado ausente con mis lucubraciones?

—Hola Susho, ¿qué tal? —le digo mientras examino a la morena que lleva del brazo.

—Mira Yul, esta es Brigitte, una amiga. Brigitte esta es Yul, mi compi de trabajo.

Y aquí se acerca la Brigitte boquita de piñon y, espera ¿cómo? No hace el gesto de los besos, ¿pero de qué va? Será zorra la francesa de los cojones. Yo miro a Susho en plan: ¿No tenías a nadie mejor a quién traer? Es más, que hace Susho con una tía a plena luz del sol. Joder, que bajón. Entre Susho y la francesita, me doy cuenta de que tengo a V a mi lado, y de que Z se ha esfumado. ¿Eran imaginaciones mías o ese tío ha existido?

—V, ¿dónde ha ido el resto? —le pregunto como si nada.

—El resto no sé, pero el tío que te has follado con la mirada está dentro, seguramente esperándote porque él no se ha quedado corto tampoco.  Creo que vuestra conexión sexual se ha visto desde Madrid…

Me pregunto si es verdad o es cosa de V. Todavía no salgo de mi confusión cuando mi amiga X está a mi lado. Otra que ha llegado sin darme cuenta…

—¡Yul aterriza y saluda!

Joder, ¿tanto se me nota? Menos para Susho claro, que está que babea con la gabacha…

En fin, yo he venido a divertirme con lo que sin más me dispongo a entrar, a mirar las fotos de forma rapidita y a probar suerte con F.

Solo entrar y ver la primera fotografía expuesta se me olvida Susho, la ‘morritos’, F y todo el abecedario. Cada año que pasa por mi vida soy más fan del arte. La foto que tengo delante es una vagina en todo su esplendor pero tiene una perspectiva y una luz que la hacen única. Mirándola no tengo la sensación de ver algo que veo a diario en mi propio cuerpo. Mirándola me vibran todas las conexiones neurológicas y eso, precisamente eso, es arte. Después de pasar más de cinco minutos reales mirando la foto, me doy cuenta que tengo a alguien al lado muy pegado a mí, demasiado para estar en una galería de arte. Me giro para preguntarle de forma brusca si no conoce lo que es el espacio vital, cuando descubro que a quien tengo a mi lado no es ni más ni menos que F.

—Es espectacular, ¿verdad? —pregunta sin mirarme.

—Sí, lo es… —le contesto culminándome con mi respuesta…

¿Pero es que no tenía nada más ingenioso o refinado que decir? Aunque da igual porque F sigue mirando la foto en silencio. Creo que está abducido por esa vagina enorme y sin depilar. Me dispongo a seguir el recorrido de la exposición cuando noto una mano en mi brazo, delicada pero firme. Me giro y ahí está F sonriéndome otra vez.

—¿Tienes planes para después? —me pregunta sin dilación.

—Eh… no, bueno no lo sé…

¿En serio esta voz que habla con tanta inseguridad es la mía? ¿Pero qué me pasa?

Vuelvo a intentarlo.

—En fin, he venido con unos amigos y todavía no hemos hablado de lo que haremos después.

Bravo Yul, ¡tú puedes!

—Me preguntaba si te gustaría tomar algo en mi loft.

Me parto con F. Todavía no os lo he dicho, pero F no tiene más de veinticinco años, y se nota en su forma de vestir, moverse y hablar. Ha dicho loft, ¿verdad? Por un momento me pregunto si vive solo o con compis. Como si supiera lo que estoy pensando, suelta:

—Vivo solo desde hace dos años. Tengo veintiséis, y trabajo desde siempre. Estudié informática pero desde hace mucho programo juegos desde casa. Me gano bien la vida, y necesito mi espacio para vivirla.

Me quedo sin palabras. Acaba de contestar a más preguntas de las que me había hecho. Esa seguridad con la que habla me pone mucho.

—Interesante… —le digo de forma coqueta. No me interesa conocerlo mejor, me interesa pasar un rato divertido y sexual. Nada más.

—Y ¿bien?

—Esta exposición estará durante quince días, si quieres podemos irnos ya.

Llegamos a su pisito en muy poco tiempo. Cuando entro tengo claro que ha sido decorado por un profesional. Es de revista. Como un precioso escaparate. Todo bien escogido, muebles caros, espacio diáfano bien repartido. Solo hay dos puertas. Una sé que es un baño, pero ¿y la otra? En seguida le pregunto. Su respuesta es rápida y brusca. Es su despacho, donde trabaja. Estoy complemente segura de que es una leonera. Necesito verla pero ahora necesito más otras cosas…

F me ofrece algo de beber, y le pido una copa de vino. Mientras sirve las copas, se pone a hablar en voz alta solicitando fuego, música e intimidad. Y en menos que canta un gallo, aquella gran estancia pasa a ser algo íntimo, romántico y sensual. Vaya tela lo que puede llegar a hacer la tecnología.

Me he quedado en medio de la sala, de pie, sin hacer nada. Cuando F se acerca con las copas me indica de forma amable que nos sentemos en el sofá, orientado hacia la chimenea de fuego artificial. Por un momento se respira un ambiente más romántico que sexual, y me incomoda. Pero F no pretende enamorarme. Me lo está demostrando en ese preciso instante en el que yo dudaba. Me despeja la cabeza dándome un beso en los labios, corto, húmedo, sin lengua pero directo. Me aparta el pelo de la cara, me mira y vuelve a besarme, esta vez de forma arrolladora, devorando, succionando, jugando con las lenguas, aprisionando mi labio inferior, mordiéndolo. Y vuelta a empezar. Solo con sus besos ya me mojo. Hasta diría que ha sido programado para excitar con tan solo besar. Siento calor, necesito más. Busco los botones de su camisa y los empiezo a desabrochar. Su pecho desnudo se tensa ante mí. Acaricio esa piel tersa y joven llena de vida. Pero sigo necesitando más. Me centro en su cinturón, y lo desato, como hago con los botones de sus tejanos, dejando al descubierto un bulto duro a punto de estallar. No me detengo. Me aparto de su boca y bajo directa hacia su bulto. Él entiende lo que viene, y levándose se quita toda la ropa. Toda. No se deja puestos los calcetines, y se lo agradezco en silencio. No soporto un cuerpo desnudo con calcetines puestos. Me incorporo y lo hago sentar, poniéndome frente a él de rodillas. Pero no me deja seguir. Me acerca hacia él y también me desnuda. Toda la ropa queda esparcida por la alfombra mullida y blanca que adorna el suelo. Intento volver a mi postura de rodillas, me apetece comérsela, pero no me deja. Su sed es mayor, y con un solo gesto me tumba en el sofá. Se pone encima y comienza a lamerme toda la piel desde el cuello hasta mis pechos. Yo miro sus ojos felinos y sigo queriendo comer su pene erecto, duro y joven. De un suave empujón, lo siento. F finalmente cede, con una sonrisa arrebatadora, que me quita el sentido. Qué atractivo que es el jodido. Con más ganas que antes, le cojo su polla y la masajeo. Se pone más tiesa, sus venas están marcadas, a punto de estallar. Me la meto en la boca, y la saboreo. Juego con ella hasta ver cómo él ya no puede más. Se acerca el momento. Sus gemidos lo gritan, su polla lo late y todo su cuerpo estalla en sacudidas espasmódicas mientras el líquido blanco lo moja y me moja. He apartado la boca, pero me excita ver como el semen cae a borbotones y me moja. En seguida se recompone y me ofrece lavarnos. Pero ya en el baño sus planes parecen haber cambiado y me introduce en la ducha con hidromasaje y lucecitas relajantes. Vuelve a hablar en alto, ordenando el apagado de la luz general, y de nuevo se crea un ambiente íntimo y relajado. Suena música chill out, acompañada de algún gemido. La conozco, tengo una lista de reproducción en mi Spotify para momentos íntimos en solitario. El agua cae en forma de lluvia, por varios conductos y suavemente. F me sube de un salto dejando que me enganche a él con mis piernas en su cintura. Se asegura de que puede con mi peso y de que yo estoy bien cogida, y dejando sus manos libres, coge un preservativo. Se lo coloca, y mirándome de nuevo sonríe, y me penetra. Me alza con fuerza, y me aprieta. Varias embestidas siguen el movimiento de compás que hace que en unos más, se deje llevar y vuelva a correrse. Yo le espero, no ha llegado aún mi momento clímax. Nos duchamos y me ofrece un albornoz blanco nuevecito. F lo tiene todo muy estudiado, sé que no soy la primera ni seré la última, su vida sexual se respira activa. Esta vez, me tumba en la cama adornada con doseles, seguramente para improvisar intimidad. F baja hasta mi clítoris, y entre dedos y lengua juega hasta volverme loca. Pero cuando sabe que estoy a punto de llegar al orgasmo, se detiene. Se levanta y se dirige hacia la nevera. Yo me quedo entre confusa, alucinada e intrigada, pero por alguna razón no me ofendo ni me muevo. Sé que volverá y acabará lo que tan bien ha sabido empezar. F regresa a mi lado con un cubito de hielo en la mano. De nuevo se agacha y se dirige a mi clítoris. Me acaricia con el cubito que suavemente se deshace con el calor de mi vulva. F sigue jugando, me mete los dedos en la vagina, me lame con su lengua, de nuevo me acaricia con el hielo, para continuar con la succión y vuelta a empezar. Yo estoy mareada de placer. F está haciendo algo que nunca había probado y me excita. Sigue haciendo a su antojo, hasta que el hielo me ha mojado por completo. Entonces parece dejar en el suelo lo que queda del cubito y se dirige a mi vulva devorando hasta el último rincón. Me lame, me succiona, unos dedos penetran mi vagina y otro juega con mi ano. Y yo me dejo hacer hasta que llego a un orgasmo tan bestial que del grito que emito me quedo sin voz. Necesito agua, necesito incorporarme. Ha sido colosal, bestial.

Espera, ¿pero este chico no se cansa? F regresaba con un vaso de agua y la polla dura, preparada para el siguiente asalto. Es jueves, mañana trabajo pero por una vez, me dejo llevar. El juego vuelve a empezar. F es experto en posturas. Probamos varias. Se corre dos veces más. Juega tres veces más con mi clítoris, y tengo varios orgasmos más.

Son las seis de la mañana cuando me voy para mi casa. Necesito un café, otra ducha y cambiarme de ropa para ir a trabajar. En el trayecto en metro, miro mi móvil y veo que mi lista de contactos ha añadido a F. No suelo repetir, pero creo que con este romperé las reglas.

No me he olvidado, y sí vi su despacho pero os lo cuento otro día…

¡Hasta pronto!

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El contenido es fruto de la ficción creada por Ammi Roam, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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Yul Costa
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