Yul, Susho y alguno más…
Que soy morbosa no es nuevo pero esta vez mi curiosidad y mi morbo me han elevado a un nivel superior. Si quieres saber de qué hablo, sigue leyendo.
Últimamente quedo mucho con Susho, ¿quizá demasiado? Bueno, esa es otra historia que Ammi Roam te contará en su nuevo libro, del que no quiero hacer spoiler pero te adelanto que soy un personaje muy destacado e importante. El protagonismo se lo lleva mi amiga X pero yo estoy ahí, ahí, casi comiéndoselo. Y es que hablé muy seriamente con Ammi, la autora, bueno casi la amenacé. Le dije algo así: —O me haces relevante en tu nueva novela, o yo no publico ni un post erótico más. —Y Ammi claudicó… ja, ja, ja…
Y siguiendo con mi historia, es viernes, y como casi cada viernes mi amiga X, Susho y yo comemos en el restaurante de Nuria, un vegetariano súper cuco con Núria al volante, una persona como pocas. Pues eso, estamos en los cafés y X nos informa que ese finde se va de excursión con sus alumnos. Susho automáticamente me propone un plan nocturno de los nuestros, vamos de sexo, ya me entiendes. Después de las múltiples quejas de X por nuestras conversaciones, al final le confirmo a Susho que cuente conmigo para su plan, que no es otro que cenar y salir de fiesta el sábado por la noche, por pubs de moda. Me extraña de él que me proponga eso, pero le sigo el juego, sé que esconde algo y conociéndole estoy ansiosa por descubrirlo.
Después de una mañana de sábado en la que me pongo al día conmigo misma. O dicho de otro modo, me he pasado toda la mañana en un centro de belleza al que soy asidua porque ofrece todos los servicios, peluquería incluida. Me voy a mi casa, como algo y me echo la siesta. Descansar es muy importante para tener energía durante la noche.
Son las nueve y estoy delante del restaurante que mi querido amigo ha escogido para cenar. Sus indicaciones han sido claras. Hora, sitio y vestimenta. Es la primera vez que se mete con mi ropa y eso acaba por confirmar mis sospechas. Trama algo.
Bajo del taxi y ahí está Susho hecho un pincel, como siempre. Susho es el típico tío que te miras por la calle porque es alto, paga barbaridades por llevar el pelo siempre perfecto y viste ropa que le sienta muy bien, o dicho de otra forma; carísima. Se lo puede permitir, tiene un sueldazo que te cagas y no tiene cargas, es tan soltero como yo. Hoy lleva unos tejanos que parecen de seda, y una camisa que le queda maravillosamente bien a la cara.
Hemos quedado en un restaurante al que nunca he ido antes. Está cerca de la zona de fiesta, y por la entrada glamurosa, sé que es un restaurante de moda, o quizá el de más de moda porque viniendo de mi amigo ya se sabe.
Después de acomodarnos en una mesa situada en una esquina del salón, Susho pide un vino exquisito mientras decidimos qué cenar.
Estoy mirando la carta atentamente cuando me pide algo extremadamente extraño pero que me pone caliente con solo escucharlo.
—Yul, empieza el juego. Ves al baño y deshazte de tu tanga…
¡Toma ya el colega! Es algo que no he hecho nunca pero que sí he leído por alguna parte. Más de una que vemos muy modosita sentada en su sillita y con cara de angelita está sin bragas. A veces me apetece hacer como si buscara una lentilla y recorrerme el suelo del restaurante buscando pubis al descubierto, pero no lo he hecho nunca, por ahora…
No me lo pienso. Voy al baño y, un segundo después, salgo de él, sin ellas… ¿Has probado la sensación? Es muy liberadora, pero sobretodo es muy morbosa…
Me siento de nuevo en mi silla, y veo los ojos de Susho que están más brillantes de lo normal, y sus pupilas muy dilatadas, vamos que está muy cachondo. Sabe que lo he hecho, pero supongo que sus manos no pueden estarse quietas y, se levanta, se acerca a mí, y me planta un beso mientras una mano accede a mi punto más sensible. Soy atrevida, liberal y muchas cosas más, pero el descaro de Susho me da entre placer y apuro, porque no sé si habrá alguien a quien ahora mismo se le estén resbalando los espaguetis de la boca, ojiplático con la escenita.
Susho saca rápidamente la mano de donde la tenía y deja de besarme. Ha sido un segundo, tiempo suficiente para dejarme muy mojada… Ahora ya no me apetece cenar, ahora quiero que continúe con lo que estaba. Protesto en voz baja. Gruño. Le echo un mal de ojos. Pero él actúa como si tal cosa. ¡Será cabronazo!
Hemos pedido un par de entrantes para compartir, y un segundo cada uno. Son platos de cocina moderna, o lo que es lo mismo, de un visto y no visto. Ya he acabado con todo y sigo teniendo hambre. Pedimos postre. Yo uno bien cargado de chocolate, el gran sustituto del sexo, y visto lo visto, lo necesito.
Durante la cena hemos hablado poco. Nuestras miradas han sido más comunicativas que nuestras cuerdas bocales. También nuestros gestos, que si bebo y te miro. Que si me meto una bolita de queso en la boca provocándote, en fin ya me entendéis.
Mientras degustamos los postres, Susho me informa de que van a venir dos amigos suyos, que yo no conozco. Amigos de juventud, con los que todavía tiene relación, aunque esporádica dada la distancia que les separa porque ambos se mudaron a Miami hace unos años. Ahora están en España visitando a la familia, y han aprovechado para verse.
Espero que mi cara, muy expresiva por naturaleza, transmita lo que siento, que no es otra cosa que cabreo. Pensaba que la noche iba a ser morbosa y sexy, y no una reunión de machotes con los que seguramente me aburra… Susho me promete, palabras textuales, que eso no va a ocurrir. Y es cuando recuerdo que sigo sin bragas. Entonces, le digo que voy al baño a ponérmelas y él negando con la cabeza, con gesto sexy y no como la muñeca diabólica, me explica que el juego acaba de empezar, y que las reglas son claras: sin bragas.
Entro en dilema. Por una parte, no sé si Susho es tan bueno pensando en juegos, pero por otra me muero por descubrirlo, con lo que ¡A jugar!
Al poco, veo como dos tíos vienen directos a nuestra mesa y entiendo que son los tales. Los miro y remiro. Uno es normalito. Se nota que se cuida pero la naturaleza no ha sido generosa con él… El otro es un adonis. Creo que me he mojado con solo verlo. Un tío que solo andando ya hace que te gires a mirarlo. Es alto, supongo que como Susho, por cómo le queda el traje italiano que calza el muy buenorro, parece musculado. Es moreno, y de pelito largo pero no sé cuánto porque lo lleva recogido en una coleta y quilos de gomina o cera para que no se le escape nada.
¿Os cuento un secreto? Tengo obsesión con los zapatos en los tíos. Si me gustan sus zapatos, punto positivo. Si no me gustan, no tiene nada que hacer conmigo. El buenorro, y a este lo voy a llamar así en vez de por una consonante, ¿vale? Pues eso el buenorro lleva unos zapatos negros italianos que me quitan el hipo.
Tanto babear casi no escucho a Susho con sus presentaciones. Voy a levantarme para saludarlos como se merecen pero buenorro no me lo permite, y sorprendiéndome hasta la locura, me coge la mano y me la besa, mientras me susurra cálidamente y desde muy cerca—: Enchanté!
Mi cabeza grita: cómeme aquí mismo, no llevo bragas, aprovéchate, vamos a hacerlo encima de la mesa, y no sé cuántas burradas más… Sin embargo, mi boca simplemente se curva en una sonrisa cálida. ¡Cuánto formalismo Yul…!
El normalito, al que también le voy a llamar así a partir de ahora, espera su turno, y cuando llega me planta dos besos muy cerca de la comisura. Cuando acaba me mira fijamente y acercándose a mí oído me dice—: encantado de conocerte Yul, he leído mucho sobre ti.
Entiendo a qué se refiere el muy pillín. Este lee mi blog, como muchos otros, claro.
El normalito lleva un perfume de los que me ponen ‘toa loca’. Y su piel está pulcramente afeitada dejando al aire un cutis suave, agradable, muy agradable de besar.
Ya estamos todos: Susho, buenorro, normalito y yo. Los nuevos parecen relajados, con ese aire isleño que tanto me gusta. Se piden copas caribeñas y empiezan a hablar. Pero conmigo. Sííí, bieeen, soy el centro de atención de tres hombres ¡cómo me gusta! Me alagan sus atenciones, sus preguntas, y yo complacida respondo a cada una de ellas, sin prisas, sonriendo y dejándome conquistar. Pruebo sus copas, y aunque están muy dulces y cargadas de alcohol, me pido una.
El ambiente en el restaurante cambia, y bajando las luces y subiendo el volumen de la música, se convierte en un bar de copas, o algo parecido, pero con los clientes sentaditos. Susho lleva rato mirándome, inspeccionándome, sé que sigue tramando algo, y de que hay un juego en marcha que me intriga y excita porque me huelo cual es.
Después de bebernos nuestros copones, cambiamos de sitio. Ahora entramos en un pub de moda, al que ya he ido en otras ocasiones, lleno de gente con clase. Me gusta y no me gusta. Me encanta ir a sitios donde la gente sabe comportarse y no acaba a ostias o rompiendo vasos, pero me gustan los ambientes donde la gente está relajada dejando que la noche fluya, y aquí prima el postureo… Pedimos algo y seguimos hablando, de pie junto a la barra. Susho se ha colocado estratégicamente a mi lado, y aprovecha un momento de distracción de buenorro y normalito para preguntarme si me lo estoy pasando bien con el juego que ha creado. No sé qué contestarle, porque por alguna razón no quiero saber más de lo que sé, quiero sorprenderme, y al final consigo decirle—: Sigue con lo que sea que tienes pensado. Acepto las normas que desconozco, confío en ti.
Cuando acabo de decirle esas palabras, siento un subidón alucinante, como si de repente hubiera aceptado un trío o, en este caso, cuarteto. Y vaya que sí, aunque no quiero adelantarte nada…
Susho le pide a normalito que le acompañe un momento a saludar a alguien, y nos quedamos buenorro y yo, y mi vulva al aire… Es agotador estar pendiente del vestido. Es ajustado y corto, y me da rollo que se levante y mi vulva sea vista por doquier… No hace falta… El buenorro se me acerca para hablarme, algo normal en estos sitios donde el volumen de la música está alto. Me pregunta alguna tontería acabando con una caricia literal de su lengua en mi oreja. ¡Uf! Siento un cosquilleo alucinante, ya he explicado que mis orejas son uno de mis puntos débiles. Me río por las cosquillitas y me acerco, como ha hecho él, para darle un buen lametón en la suya. Sin contemplaciones. A saco. Para que no le queden dudas. Sí quiero. Quiero jugar, y que el juego acabe en placer. Claro que sí.
Él lo entiende porque su mano rodea mi cintura, bajándola hasta mi culo. La deja ahí un segundo, mientras me mira, sopesando mi reacción. Yo no me muevo, y él me aprieta una nalga, y baja algo más. Antes de seguir, me gira poniéndome de espaldas a la barra, y él se pone en frente. ¡Oh, oh! Creo que viene directo a… Y sí, así es… Una mano posa tranquila en mi cintura mientras la otra se abre camino por detrás, hasta colarse en mi culo desnudo. Lo acaricia, y desciende un poco más. Sus dedos se posan en mi vagina comprobando lo mojada que estoy, entonces me mira sonriendo, con ojos pícaros, y saca la mano de donde la tiene, y se lleva los dedos a la boca. Los saborea y acercándose de nuevo a mi oreja me susurra lo rica que estoy. Yo estoy flipando porque siempre busco el morbo en mis encuentros sexuales, pero nunca se me había ocurrido algo tan simple como lo que estaba pasando allí, y menos que me excitaría tanto. Estamos rodeados de personas que beben, ríen, hablan ajenos a nosotros, o no, porque acabo de visualizar a Susho y normalito en el otro extremo del pub, mirándonos descaradamente. Cuando mis ojos y los de Susho se cruzan, este me hace un guiño, y yo le sonrío. El juego ha empezado de verdad, y yo estoy disfrutándolo mucho. Miro a buenorro, y me pide que espere donde estoy sin moverme. Entiendo que todo está orquestado. Han hablado y de alguna manera saben lo que tienen que hacer y cuándo.
Me quedo allí plantada, excitada, con ganas de más, esperando a que pase lo que sea. Y como salido de la nada, Susho está frente a mí comiéndome los morros desesperadamente. Sé que se ha excitado mirando como buenorro me metía la mano por debajo del vestido. Ahora es él quién lo hace, pero sin contemplaciones. Directo y con gracia, entra dos dedos en mi vagina dilatada. Los mueve con sutileza llevándome al éxtasis más absoluto. Ahogo un gemido, no quiero que nadie me oiga. Estoy atrapada entre la barra del bar y Susho. No puedo moverme, además no debo o se destapará el pastel. Susho sigue moviendo sus dedos ágilmente mientras nadie parece darse cuenta, y yo sigo ahogando mis ganas de gritar de placer. Me apoyo en él, como si estuviéramos bailando cogidos, como una pareja más, y veo que buenorro y normalito no están perdiéndose el espectáculo, desde el otro extremo del pub. Susho saca sus dedos e intenta acceder a mi clítoris por delante, pero sabe que es peligroso y desiste. Me susurra al oído que cambiemos de bar, que sus nuevos amigos conocen uno de salsa y que seguro que nos gustará. Accedo enseguida, no quiero que se acabe la noche. No ahora.
Para ir cogemos el coche, y como todo lo que está pasando esa noche, de nuevo saben lo que hacen porque ahora es normalito el que está sentado detrás junto a mí. Vamos en un cuatro por cuatro enorme, que imagino han alquilado los tales. Conduce buenorro, y Susho se ha sentado en el asiento del copiloto. Han puesto música a todo volumen. Normalito, que huele que te cagas, me mira. Yo le sonrío, y se acerca. Creo que estos pasos están impuestos en el cortejo, o mejor dicho en el sexo directamente. Que te miren en una situación así es como pedir permiso y la sonrisa, la aceptación. Y yo acepto con gusto. Normalito se acerca hasta situarse justo a mi lado. Entonces Susho, se comporta de una forma inesperada ordenándome que abra las piernas. No se gira, no me mira, me lo impone. Me deja pasmada lo caliente que me pone esa orden de Susho. Es algo nuevo, nunca lo habíamos probado, pero para mi sorpresa me gusta, y entendiendo que es un juego, me dejo hacer y las abro. Normalito me mira, y lentamente acerca una mano con la que me levanta la poca tela del vestido, dejando mi vulva al descubierto. Me sorprende porque retira la mano. Creía que iba a hacer lo que los otros pero no. Normalito baja la cabeza, se aferra a mis nalgas, y comienza a lamer de forma deliciosa todo mi centro. De arriba abajo. Deteniéndose en mi clítoris, succionándolo y vuelta a empezar. Su lengua lo recorre todo, y yo gimo. Susho ha bajado el espejo del copiloto y veo que me está mirando. Después de unos segundos, le dice a buenorro que pare el coche donde pueda. No tarda mucho en hacerlo. Veo que estamos en un polígono y hay muchos sitios donde aparcar a oscuras.
Normalito para de lamerme. Y buenorro y Susho echan sus asientos para atrás. Como pueden se desnudan un poco y se acercan a mí. Normalito hace lo propio y yo me quedo ahí plantada viendo el espectáculo tan sexy y morboso que me ofrecen.
Susho es el primero en actuar quitándome el vestido por encima de los hombros. Después el sujetador. Y sin tiempo que perder me come los pechos a saco. Nadie más hace nada, parece que esperen el permiso de Susho para actuar. Cuando Susho parece saciado, le hace un gesto a buenorro para que haga lo mismo, y yo me dejo hacer mientras Susho me chupa el clítoris y normalito me mete los dedos. Exploto dos segundos después. Pero no me abandonan. Susho me cambia la postura poniéndome a cuatro patas. Normalito se pone debajo y comienza a comerme las tetas. Buenorro se abre paso y me come el clítoris, mientras Susho se pone un preservativo y me penetra por el ano. No es nuestra primera vez, ya lo hemos practicado otras veces, y me encanta.
Entre los tres siento que voy a explotar, y lo hago. Y lo vuelvo a hacer. Hasta que Susho también llega al orgasmo. Y todos descansamos.
Estar en un habitáculo tan pequeño es incómodo, pero hemos conseguido acoplarnos muy bien. Creo que es hora de que los dos nuevos también disfruten, y lo hacen. Pero eso para otro post…