Yul y Susho
Lunes, 22 de febrero
Hola, aquí estoy de nuevo con muchas ganas de contaros mi última experiencia con Susho y demás…
Es sábado por la mañana y estoy en la cama decidiendo si puedo quedarme cinco minutitos más bajo el edredón, cuando mi móvil emite un pitido agudo que me pone en tensión. Siempre digo que tengo que cambiar el sonido de las notificaciones, sin embargo en lugar de hacerlo, acabo mirando todos los mensajes, e-mails, etc… y, otro día más sin cambiar el dichoso pitido… Hoy pasa igual, cojo el móvil con la clara intención de ir a ajustes cuando veo que he recibido un mensaje de N. N es la letra que he escogido para hablar de un amigo que tengo con derecho a roce. Por su trabajo viaja mucho, pero cuando regresa me llama, y si mi agenda está libre, quedamos y nos lo pasamos muy bien juntos. Habíamos quedado para cenar y por supuesto pasar un buen rato esa noche. Pero N me ha enviado un mensaje en el que me explica que no puede quedar. ¡Me cago en todo! ¿Y ahora qué hago yo? Ni de coña me quedo en casa un sábado por la noche. Ya le gustaría a mi amiga X que lo hiciera, ella los pasa todos, absolutamente todos en su casa, pero es que X está pasando un bache amoroso, y yo no. Soy libre, me lo quiero pasar bien y pienso tirar de agenda ahora mismo. Bueno, mejor cuando me tome un café y vacíe la vejiga.
Al poner la cafetera, veo que no me queda casi café, con lo que debo ir de forma urgente a buscar más. No soy nadie sin mis cafés matutinos, y mañana es domingo y está todo cerrado. Me visto y me voy al súper más cercano.
Entre los pasillos del súper, voy mirando todos los productos mientras me repito una y otra vez que solo he venido a por café. Pero así soy yo… Hay algo en los supermercados que me deja embobada y siempre pierdo tiempo y dinero cuando voy. La única solución que he encontrado hasta el momento es dedicar los lunes en exclusiva a las compras. Algún viernes, si quiero pescado fresco, pero eso es todo.
—Ei Yul, ¿qué haces tú por aquí?
Ese es Susho, es el nombre que le he puesto, no me preguntes la razón, no la hay. En alguna ocasión ya os he hablado de él. Trabajamos en la misma empresa, y somos amigos. Es el mismo que nos invitó a la fiesta de fin de año, ¿os acordáis? Gracias a él pude pasar un muy buen rato con un surfista.
—Buenos días Susho, yo comprando café —le contesto mientras me doy cuenta que estoy en la sección de limpieza para el hogar. Lo que yo te diga, seguro que si pago a alguien para que me haga la compra me sale más barato…
—¿Tienes planes para esta noche? —me pregunta, eludiendo mi incoherencia.
—Pues no… Hace un momento que me he quedado sin. ¿Por?
—¡Fantástico! Esto no puede ser casualidad Yul —me dice todo emocionado. No me jodas, ahora resulta que cree en el destino… Pero si Susho era de los pocos que creía cabal… ¡Uy! que me pongo a pensar y todavía está hablando… —Es que verás; me han invitado a una fiesta, esta noche, una fiesta privada, ya sabes…
—Si ya sé ¿qué Susho? —igual cree que soy adivina…
—Pues eso, una fiesta donde el sexo es la temática. Como en esos clubs a los que tú vas de vez en cuando.
—¡Ah! Ya, ahora lo entiendo. Y, ¿qué tiene que ver todo eso conmigo?
—Verás, me invitaron ayer pero cuando te despediste hablamos de que tenías plan, ¿recuerdas? —Claro que me acuerdo, pero me hago la olvidadiza, me cuesta ver a Susho tan inseguro como lo está en este momento. Susho al ver que no digo nada, añade—: Me hubiera gustado invitarte. Y ahora que no tienes plan, igual hasta te apuntas. No sé Yul, no sé si me gustará, si me sentiré seguro. Solo tengo claro que es algo que quiero probar.
¡Ala, ya tengo plan! Iujuuuu…
—Está bien, te acompaño, pero me debes una… —soy así de maquiavélica.
Quedamos a las once en mi portal. La fiesta no incluye cena, y aunque a Susho le habría gustado que cenáramos juntos, yo necesitaba mi tiempo para arreglarme.
Me viene a recoger porque, de nuevo, como pasó en fin de año, la fiesta es en una casa alejada de todo y de todos. Qué raros son los ricos… En fin, me ducho, me arreglo y tres horas después estoy lista para lo que venga. Mi vestido es más descarado que otra cosa, pero es que cuando asisto a fiestas o clubs donde sé que voy a practicar sexo, no me pongo algo modosito. Yo hipócrita lo justo. Y esa noche tocaba un vestido que había utilizado una sola vez antes, para asistir a un club de intercambio, donde me lo pasé genial. Negro, corto, ceñido pero con caída después de marcarme, más que bien, el culo. Lo doy todo en el gimnasio a diario, y cuando veo chocolate huyo despavorida para no dejarme vencer. Digo yo que de algo me tendrá que servir.
Susho al verme, me mira de una manera diferente, ya he visto esa mirada otras veces en otros hombres, pero no en él. Doy por supuesto que lo que le pasa es que está nervioso por la fiesta porque en ningún momento hemos hablado de compartir un momento sexual, entre él y yo.
Cuando llegamos, después de las mil exclamaciones por todo lo que veo; un sendero interminable propiedad de la casa, ‘dos gorilas’ que comprueban tus credenciales, te recibe un ¿mayordomo? Ni idea… Todavía no sé quién era aquel hombre tan servicial. Todo muy exagerado y extravagante, demasiado para mi gusto. Ya en el interior de aquella casa, música chillout sonando a buen volumen, sofás por doquier, espejos dispuestos de forma muy estratégica y con mucho gusto, luces tenues en ciertas zonas… Un lujo para todos los gustos. Mientras observo el tinglado pasan por delante varias bandejas, y digo bandejas porque los/las camareros/as que las llevan, visten de negro y con antifaz, hasta cuesta diferenciar su género. Cojo un vino tinto, de excelente sabor, me lo bebo en dos tragos y cojo otro. Susho ha ido a saludar a sus amigos. Regresa con una pareja compuesta por hombre y mujer, de unos treinta y largos o quizá cuarenta. Súper bien vestidos, súper atractivos. Vamos de los que salen de un quirófano para unos retoques y vuelven a meterse en otro, para más retoques, y así… Ella viste elegante pero muy sexy, sabe sacarse partido.
Ambos me sonríen. Conozco esas sonrisas. Creo que son los elegidos para un intercambio de pareja, o al menos eso entiendo yo. Susho con ella y yo con él. Sin embargo, a mí me apetece mirar durante un rato más. No me malinterpretéis, no me va el voyerismo, pero sí necesito un rato para dejarme envolver, me gusta tomármelo con calma. Me encanta, tanto o más, buscar con quién, que el hecho en sí. Coquetear, insinuar, recibir, dar, sin tocar. ¡Buf! Es lo más.
Después de presentarme a la pareja, de hablar de banalidades durante cinco minutos, y decidir que no quiero nada con ellos (no hay razón, simplemente no me ponen), le digo a Susho que necesito ir al baño y que me acompañe.
Una vez separados de aquellos, le digo que el hombre no me gusta, y él, entre alucinado y dubitativo, me pregunta cuál es el siguiente paso. Innocent!
Le aclaro que debemos seguir tomando algo mientras hablamos con unos y con otros, de forma relajada. Poco a poco, o más bien una hora después, Susho parece sentirse cómodo, a gusto. Yo veo a un tío, al que no os engañaré llevo siguiendo con mi mirada toda la noche, y él a mí. Esta vez le sonrío. Él me sonríe, a la vez. Miro a Susho, y con ojitos de gato con botas, el de la peli, me súper encanta, le pregunto si le apetece un trío.
—¿Cómo? ¿Otra mujer, tú y yo? Creo que sí… —me dice el muy ingenuo.
—Bueno, más bien yo me refería a otro hombre, tú y yo —le contesto con los mismos ojitos del mismo gatito.
—Yul, no me van los tíos, lo siento.
Aish, cuantos prejuicios tenemos los humanos… En fin…
Al poco, veo al tío de antes cogido a la cintura de una mulata espectacular. Me mira, le miro. Me sonríe, le sonrío. ¡Lo tenemos! Buena jugada. Ha sido muy astuto el tío, cuyo nombre conocí después y que aquí no pienso desvelar.
Le explico a Susho todo, y él que ha visto a la mulata, ya no piensa, solo quiere actuar.
Nos acercamos a ellos, nos presentamos, y de una manera muy sutil nos damos el visto bueno, los cuatro. En el tiempo en el que he observado todo y a todos, he visto un jacuzzi en la terraza. Agua caliente, y un cuarto donde coger un albornoz y quitarse la ropa. Ahora miro hacia allí, y veo que los ocupantes salen. Hay que esperar unos minutos para que el agua se renueve, aunque allí no se pueden hacer ciertas cosas, siempre puede haber algún fluido inoportuno. Les explico mi idea, y a todos les parece bien.
Susho parece ansioso, creo que la mulata le ha gustado mucho, y es que no es para menos. Es una tiarrona buenorra. Ya, desnudos, metidos en el jacuzzi, hablamos de lo que queremos hacer. Por cómo hablan, creo que no son pareja, al igual que nosotros. Entonces, me acerco al tío y le doy un piquito en los labios, muy decoroso, prefiero empezar lentamente. La mulata no rechista, eso es que me da todos los permisos, o simplemente es que el tío en cuestión le da igual. Entonces, le susurro a Susho que se acerque a ella. Vía libre.
El tío empieza a besarme por el cuello, mi punto débil, pero ¿quién soy yo para criticarle? Me dejo hacer. Su mano empieza a tocarme mi cara, baja por el cuello, acaricia mi brazo y se va directo a mi pezón. Empieza a jugar con él. Suavemente tira de él hacia fuera, lo pellizca. Es espectacularmente placentero. Deja mi cuello, y se va directamente hacia mi otro pecho. Esta vez juega con su lengua. Me chupa el pezón y lo muerde delicadamente. El ambiente empieza a calentarse. Oigo gemir a alguien, y al mirar descubro que es la mulata. Susho se ha puesto a tocarla y por los gemidos parece que lo hace bien. Susho tiene un cuerpo muy escultural, se mata con el deporte y las dietas. Es un tío muy atractivo, y no le faltan citas. Sin embargo yo siempre lo he visto como un amigo, pero ahora… No sé, me gusta lo que veo. Mientras el tío me sigue magreando, yo he empezado a mirarlos a ellos, y cada vez me excito más. De repente me apetece que Susho me haga esas cosas que le está haciendo a ella, pero está tan entregado que ni siquiera me ve.
Pocos minutos después, toca salir del jacuzzi, como he dicho antes hay cosas que no se deben hacer ahí dentro. Nos dirigimos a las dos duchas que hay. Cada una colocada estratégicamente para que puedas entrar con alguien, caben dos personas perfectamente. Es en ese momento cuando le digo a Susho que venga conmigo. Todos me miran extrañados, pero todos, excepto Susho que es nuevo, sabemos que las duchas normalmente se comparten con tu propia pareja y aprovechar para saber si todo está bien. Y eso es precisamente lo que yo quiero; saber si Susho está bien, y explicarle lo que viene luego.
Ya en la ducha, me quito el albornoz, y al girarme para hablar con Susho veo que su bandera sigue levantada.
—Tranqui, ahora vuelves con la mulata. Solo quería saber si estás bien, y contarte un poco cómo va a ir todo a partir de ahora.
Susho no me mira, a los ojos claro, porque el resto del cuerpo me lo está devorando con la mirada. Yo me callo, no sé qué hacer, es algo delicado. No me gusta mezclar placer y negocios, tampoco placer y amigos, y Susho es ambas cosas.
Oh, oh, se está acercando, parece que él no tiene ninguna duda. Lo tengo pegado a mí. ¿Qué hago? Me cuesta apartarlo porque a mí también me apetece MUCHO él. Me está pareciendo muy morboso todo, y al final, ya besándonos, decido que sea lo que tenga que ser…
Susho me come un pezón y después el otro. Sabe morder en el lugar indicado, ni fuerte ni flojo, la presión justa para que todo mi sistema nervioso se ponga en marcha, y la hormona de la felicidad se active. Quiero tocar su polla pero no me deja, solo quiere hacerme. Y yo me dejo. Después de darse un buen atracón con mis pechos, empieza a bajar por todo mi cuerpo mientras me acaricia con su boca. Llega a mi centro, me empuja delicadamente las piernas hacia los lados, para abrirse camino. Susho me lame el clítoris a la par que con dos dedos me mueve la pubis hacia arriba y hacia abajo, y vuelta a empezar. Creo que es la primera vez que me hacen este movimiento, y ahora me estoy preguntando que cómo he podido vivir antes, sin esto. Me está excitando tanto que llego al orgasmo. Cuando me oye gritar, pone su mano contra todo mi sexo para sentir los golpes que da la sangre en esa zona, y permitirme unos segundos de contacto como fin de orgasmo. También es algo nuevo, y reconozco que maravilloso.
—No tengo preservativos, están en mi cartera, que está en mi pantalón, que está en mi taquilla.
Susho, ¿de verdad era necesaria tanta información? Pienso, pero no le digo nada, solo le sonrío y le hago un gesto con las manos, cediéndole el paso para que vaya a buscarlos.
En menos de un minuto, ha vuelto, pero yo ya me he colocado el albornoz. Me mira interrogante.
—Susho, nos esperan los de antes, y hay que ir a buscar una cama, todo será más cómodo, ¿no te parece?
—Me gustaría acabar lo que hemos empezado. —Me contesta muy serio.
—Pero estábamos en medio de algo con alguien, ¿recuerdas? Lo mínimo es avisar.
Susho parece darse cuenta de lo que le digo, y por el brillo de sus ojos, creo que ha vuelto a recordar a la mulata.
Al salir de allí, ellos nos están esperando pero por lo que están haciendo sabemos que no están nada aburridos. Por la razón que sea, esos dos se lo están montando en la pared delantera de los vestidores. Cuando nos ven, nos sonríen y proponen que hagamos algo los cuatro. A mí me parece algo espectacularmente apetecible, aunque no sé si sabré con tanta gente, mi tope es tres. Pero quiero probar, y al mirar a Susho veo que él también. Allá vamos. Buscamos una cama libre, con sus cortinas y cartel de ocupado. Nos quitamos los albornoces, y empezamos donde justo lo dejamos: yo con el tío y Susho con la mulata. Pero solo pasan unos minutos cuando nos empezamos a acercar unos a otros.
La experiencia fue tan apoteósica que estoy deseando volver a vivirla.
¡Ah! Ahora se ha creado otra conexión nueva entre Susho y yo. Somos colegas de trabajo, amigos y ¿amantes? No sé cómo llamarlo pero sí cómo disfrutarlo.
Hasta la próxima.
para mayores de 18 años!
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El contenido es fruto de la ficción creada por Ammi Roam, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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