Fin de año colosal

El diario de Yul

Fin de año colosal

Lunes, 11 de enero

¡Hola compis! Se acabaron las fiestas navideñas. La verdad es que a mí me gustan mucho porque me reúno con la familia, y no sé la vuestra, pero la mía es del todo ruidosa, gritona, cariñosa y muy tradicional. Meterme una dosis de tradición al año no me hace daño, y ver felices a los míos no tiene precio. Pero no todo puede ser tradición, también he tenido una entrada de año de lo más sexual, y es que la noche de fin de año fue MÍTICA.

Mi más que amiga X llevaba años sin tener libre la noche de fin de año, pero por suerte para ella (y un poco también para mí) el pelmazo con el que estaba ya no está, y mi X estaba libre. Después de mucha insistencia por mi parte, pues está de bajón y si por ella fuera no se movería de debajo del edredón, conseguí que aceptara. Pero por desgracia íbamos tarde. Las tres fiestas a las que hubiera querido asistir tenían las entradas agotadas. Menudo fastidio. Cuando se lo expliqué a mi amigo Susho, este no dudó en invitarnos a X y a mí a la fiesta a la que él tenía intención de asistir. Fiesta privada en una mansión llena de gente de pasta. Cuando me lo explicó estuve a punto de rechazar la oferta, pero pensé en mi amiga y, mejor aquello que quedarnos en casa. Menos mal que elegí ir, porque menudo fiestón compis, amazing, incredible!!!!

X y yo fuimos de compras. Teníamos que ir mínimamente dignas a una fiesta como aquella. Pero yo, que siempre soy yo, me compré un vestidito rojo muy elegante pero también muy sexy, nunca se sabe con quién te vas a encontrar en una fiesta, y lo que es mejor, cómo va a acabar, por eso siempre intento ponerme ropa de fácil acceso…

La fiesta en la mansión incluía cocktail de bienvenida, cena, uvas para las campanadas y baile.

Cuando Susho dejó el coche delante de la peazo de mansión, un poco más y le pido que me lleve a casa. Aquello era demasiado. Ni en las películas. La urbanización, perdida de la mano de Dios, era espectacular, pero creo que aquella casa era pasarse. Cuando entramos, arrastrando a X, literalmente porque ella sí que no quería entrar, creo que tuve un orgasmo allí mismo. Todo era grande, espacioso, limpio, con gusto, minimalista, etcétera… Y lo mejor, la gente simpatiquísima, al menos con Susho, pero claro con él es imposible ser de otra manera.

Un camarero, guapo a rabiar, nos ofreció una copa de cava y una sonrisa profident que quitaba el hipo. Sin pensarlo, cogí dos copas y le entregué una a X. Ambas nos la bebimos en dos tragos, y fuimos en busca del profident, que no andaba lejos, para coger dos más. 

Así llegamos al salón donde íbamos a cenar, perdidas y algo chisposas. Susho nos rescató y nos acompañó a la mesa donde nos habían colocado. Él estaría en otra. Cosa que todavía no entiendo. Pero en aquel momento X y yo solo estábamos preocupadas porque nuestras risas no fueran demasiado escandalosas. Aun así fallamos en el intento, más de una personita nos miraba perdonándonos la vida. ¿Y qué? Si no te gusta lo que ves, no mires…

Pero ahora viene lo realmente interesante, X y yo estábamos sentadas juntas, habíamos intercambiado los putos letreritos donde ponen los nombres, como en las bodas. Los odio. Estábamos solas, pero empezaron a llegar los demás. TODOS HOMBRES. ¿De verdad? ¿Para nosotras solitas? Parece que la noche se anima.

Menos mal que X estaba algo bebida y no se levantó y se fue, que es lo que hubiera hecho en circunstancias normales… Yo examiné a los cuatro caballeros que adornaban nuestra mesa. Joder, estaban a cual más buenorro, y en seguida entendí que Susho tenía mucho que ver. ¡Bendito amigo! Iujuuuu

Como siempre hago, omito nombres, y me centro en las consonantes de nuestro querido abecedario para nombrar a los protagonistas de mis historias de forma anónima. Pues este será Z, el tipo que hizo que empezar el año fuera la hostia. Z estaba ‘pa mojar pan’ y todo lo demás. Un rubiales, mega alto, musculoso (quizá demasiado pero quien soy yo para quejarme). Pelo larguito, y algo de barba pero tan rubia y cuidada que no se apreciaba. Vamos un surfista con traje que yo había tenido la suerte de que sentara a mi lado.

Trajeron el primer plato, y todos comenzamos a charlar animadamente. En el segundo cada uno iba más a lo suyo. Habíamos escogido con quién hablar y parecía que a todos nos parecía bien. Z empezó a acercarse a mí para hablarme de más cerca, con la excusa de que cada vez había más ruido. Es cierto, cuanto más ronda el vino, más gritamos, pero ¿tanto como para soplarme en el oído? Obviamente, había iniciado un juego al que yo me apunté enseguida. Me preguntó si tenía pareja. ¡Qué pesada es la gente con esa pregunta! Y como respuesta, le lamí la oreja sutilmente. Sin palabras, solo mi lengua y sus terminaciones nerviosas. Cuando se giró, sus pupilas estaban muy dilatadas. Me sonrió, le sonreí, y todo empezó.

Detrás de los segundos, sirvieron unos sorbetes de limón exquisitos, y mientras le daba un sorbo a mi bebida, noté como una mano bajaba lentamente por mi pierna hasta mi centro. Casi me atraganto. ¿Pero de verdad estaba haciendo eso el surfista? Miré para los lados, al frente, atrás, observé el panorama desde todas las perspectivas posibles, y como parecía que nadie podía vernos, le dejé hacer. El colega se puso a hablar con su amigo mientras introducía dos dedos dentro de mi vagina. Yo no daba crédito, pero la situación me estaba excitando mucho. Al poco sacó los dedos y empezó a acariciarme mi bolita, ¿esa que si frotas al final sale el genio? Pues esa, pero antes de que saliera y de gritar hasta que se descubriera el pastel, le aparté la mano de allí. Y caliente como estaba, le llevé la mía a su paquete, y no al de tabaco… Incredible! Aquello estaba tan duro como sus abdominales. Y entonces, él se me acercó al oído y me dijo lentamente y sensual—: Si me acompañas, continuamos esto en un sitio mejor.

Inocentemente, le dije a mi amiga X que iba un momento al baño. Mentiras piadosas, después ya le contaría la verdad. X se ofreció para acompañarme, pero claro en seguida le dije que no. Igual hasta fui un pelín brusca.

Estaba yo en la puerta del baño esperando a mi surfista, cuando este se acercó y me indicó que lo siguiera. Subimos por las escaleras, y recorrimos un pasillo lleno de puertas cerradas. Z se paró delante de una, sacó una tarjeta del bolsillo, lo que leéis, una tarjeta rollo hotel, y abrió la puerta. Me cedió el paso el muy galán, y después cerró tras él. Vaya habitación… creo que hasta me asusté un poco. Era una habitación preparada para una grabación porno. Allí había de todo, para todos los gustos. En seguida le aclaré que no me iba el sado, y él se rio mientras se disculpaba por el escenario. Me decía que aquello no era lo que él había pedido, pero que seguramente, su amigo y dueño de la casa, le había gastado una broma. Una vez aclarado todo, nos acercamos él uno al otro, y nos besamos. No estaba nada mal, besaba con pasión, devoción, dándolo todo. Pero al mismo tiempo se lo estaba tomando con mucha calma, y claro, yo estaba pensando en que mi amiga X iba a preocuparse por mí, al fin y al cabo no se tarda mucho en ir al baño. Con lo que le dije al surfista que si la habitación la tenía para toda la noche, regresáramos a la cena y en el baile podríamos retomar nuestra película. Pero él, insistió. Normal, estábamos muy a tope como para cortar la cosa ahí.

Para asegurarse de que no lo dejábamos ahí, sin más calentamiento me giró el cuerpo entero, para que de espaldas a él pudiera apoyarme en la cama. Me subió el vestido y me bajó las bragas. Todo mi culo expuesto ante él. Lo alabó, lo acarició, y cogió un preservativo. La cosa se aceleró. Ya no había marcha atrás. A la mierda con mi amiga, mi amigo y el resto de los asistentes, ya habría tiempo para disculpas, ahora solo quería disfrutar de aquel surfista rubiales, tan pasional. El tío sabía lo que hacía. Cuando ya me tenía bien colocada, no fue el típico egoísta que la mete y la saca mientras tú puedes incluso organizar la agenda del próximo mes. No. Antes de penetrarme, buscó la postura para con una mano seguir con las caricias de mi clítoris. Una vez llegó a él y se aseguró que me gustaba, me introdujo su polla y empezamos a bailar. Yo me movía al compás para que su mano pudiera acariciarme, mientras empujaba una, dos, tres… veinte veces más. Cuando yo estaba a punto de llegar al orgasmo, él me acarició más deprisa hasta que me corrí. Siguió penetrándome más rápido, y en tres embestidas más, él también se corrió. Después de controlar nuestras respiraciones, él se sacó el preservativo y se fue al baño. No habían pasado ni dos minutos que el surfista regresó con la bandera de nuevo levantada. Ui, ui, ui. Ahora sí que lo paro. Mis amigos deben de estar poniendo la casa patas arriba, buscándome.

—Lo siento Z, pero tengo que regresar. Conociendo a mi amiga, capaz de que se presente la poli en la fiesta. Y no exagero.

Él, mientras me escuchaba, o no… seguía besándome el cuello, y sobándome los pechos por encima del vestido, que no había hecho falta quitar. Lástima no pudo ver el mega conjunto de lencería que llevaba puesto del mismo color del vestido y llenito de encaje, una preciosidad. Qué le vamos a hacer. Debía regresar.

—En serio Z, debo irme. Cuando empiece el baile, igual nos apetece seguir la fiesta a solas, pero solo igual… Sin compromisos.

Parece que Z por fin me escuchó porque dejó de sobar mi cuerpo y con una sonrisa que derretiría a la más dura, entre las que me encuentro, se puso a vestir ese cuerpo hecho para el placer.

No quieras saber la que me liaron mis amigos X y Susho cuando regresé… Pero esa es otra historia…

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El contenido es fruto de la ficción creada por Ammi Roam, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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Yul Costa
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