LA MONTAÑA RUSA DE LA VIDA
Hasta donde alcanza mi memoria mi mayor objetivo trascendental ha sido y sigue siendo, encontrarle sentido a todas y cada una de las cosas que me pasan en la vida.
Pero no a las cosas buenas no, sino a las no tan buenas o malas o repugnantes, sí sí, a esas que te entristecen, o que hace que toda tu moral se mueva y aparezca ese ‘alien’ llamado indignación, o rabia, o monstruo rojo (espectacular la nueva forma de representar las emociones para los enanos).
Pues eso, buscando y buscando, sin llegar a ser ‘El principito’ o ‘El Alquimista’, voy dándole explicaciones a las cosas que me van sucediendo.
Y, el otro día sin más, apareció este título por mi cabeza, esta que últimamente estaba sequita, sequita de ideas… Pero como hago siempre, espero a ver si la idea, el título, o lo que venga, vuelve a llamar a mi puerta, y cada vez con más fuerza, o por el contrario era un pensamiento pasajero de esos que no te invitan a tener en cuenta.
Pues bien, después de golpearme varias veces, es en este momento en el que decido ver si mis dedos aportan algo más que un simple (aunque maravilloso) título. Y en esto estoy ahora mismo, viendo que realmente es una comparativa buena de lo que puede ser la vida.
A ver si eres de los que te gusta el viaje desde que empieza hasta el final, déjame decirte que quizá este retal no es para ti, pues la vida no es siempre un viaje glorioso desde que nacemos hasta que morimos, por tanto este título no te va, pasa de leerlo. ¡Eres un optimista nato, disfrútalo!
Si por el contrario eres de los que no se ha montado nunca en una montaña rusa por miedo, ni en esas pequeñas de las ferias de barrio/pueblo, tampoco este es tu retal, pues la vida si la vives con miedo, en tu zona de confort, es probable que te pierdas la emoción fascinante que viene después de superar el miedo, ¡inténtalo!.
Pero si eres como yo, lo que viene siendo el medio, ni tanto ni tan calvo, sin extremos, simplemente hay el momento miedo, el momento subida de adrenalina, el momento bajada, el momento que te piensas si subes o no, el momento emoción, el momento cosquilleo, el momento le rezo a todos los dioses que no falle la atracción, ESTE ES TU RETAL, pues de eso precisamente es de lo que va la vida, de momentos.
Para mí, el peor de los momentos del viaje es cuando la atracción se dispone a subir a lo más alto para luego bajar a toda velocidad, un buen día descubrí de la peor manera que tengo vértigo, y claro las subidas no son lo mío. Y así haciendo un símil de viaje con la vida, que no es otra cosa que un gran viaje, la subida podría ser el esfuerzo, lo que más nos cuesta, como una gran subida cuando vas andando cargada hasta los topes después de realizar una gran compra y es mediodía de un caluroso día de verano, ahí va un gran esfuerzo. O cuando estás estudiando para un examen, mientras tus amigos han quedado para tomar algo, o mil ejemplos más que seguro estás pensando mientras lees estas líneas. Hacemos muchos esfuerzos en la vida, y no todos ellos son elegidos por nosotros, a veces están de alguna manera impuestos, o son el puente para conseguir algo, y hay que hacerlos, esas serían para mí las subidas de la atracción. Pero también se me ocurre compararlas con la aceptación atragantada (lo de atragantada lo añado para darle más dramatismo), cuando tenemos que aceptar algo que no queremos esa es una subida más de la atracción para mí. Nos dan una mala malísima noticia, que tenemos que aceptar ante la impotencia de no poder modificar ni una coma ni un punto, eso es aceptación atragantada. Nos han despedido de nuestro trabajo, de repente la empresa entra en ERE y hace limpieza de personal entre los que te encuentras tú, eso es aceptación atragantada, pues para nada entraba en tus planes quedarte sin trabajo de la noche a la mañana, no entraré en si eres una persona que sabe o no sacarle la parte positiva a las situaciones, sé que existen esos especímenes que saben ver siempre el vaso medio lleno, y también los especímenes ya más difíciles de encontrar, los que ven el vaso siempre lleno, esos que nombraba al principio del retal, optimistas enfermizos, pero dejando eso a un lado, cualquier situación que nos haga tener que aceptar algo sin que nosotros lo hayamos escogido para mí es como la subida de la montaña rusa.
Venga va, que me estoy viniendo arriba, ¡optimistas! No voy a trataros tan mal si habéis llegado hasta aquí os voy a hacer un regalo por insistentes, la insistencia y la perseverancia siempre tienen recompensa, y ahí va: vamos a hacer el símil de la subida desde la parte más positiva, aunque yo no la sienta, entiendo que haya personas que sientan que la subida es algo maravilloso pues es la antesala a la gran diversión, es el escaparate más bello pues desde lo alto se ven muchas cosas que desde abajo nos perdemos. También para aquellos pajarillos, que les gusta más volar que andar, para vosotros estar en lo alto es lo más y por tanto subir lo mejor.
Siguiendo con las subidas vistas desde nosotros los que no nos gustan, como todo en la vida, si quieres bajar, que ahí es donde yo disfruto más que una niña con una piruleta, primero hay que subir. Y ahí está de nuevo la vida, los momentos en los que la barriguita nos manda unos cosquilleos maravillosos dignos de provocar, buscar, obtener, pues son muuuuuyyyyyy placenteros. Se me ocurre así, a voz de pronto compararlos con los cosquilleos del enamoramiento, esos que hacen que te tiemblen hasta las uñas de los pies, uauuu que maravilla de sentimiento, como hace que todo nuestro cuerpo (hormonillas) se pongan a trabajar, y de repente sintamos que el mundo es algo ma-ra-vi-llo-so. La verdad es incomparable a cualquier otra emoción, yo que he sido de esas afortunadas que han sentido que se enamoraban varias veces en mi vida, y oye, que igual todavía me quedan más y están por llegar… Pero de momento puedo contar hasta donde recuerdo: mi primer amor, a mis quince añitos, mis amores de verano, que mi padre los llamaba ‘idilios de verano’, uauuuu todavía se me ponen los pelos de punta de la emoción que siento al recordarlos. O cuando conocí al amor de mi vida, el actual, y diría que definitivo, y el enamoramiento más brutal, el que me marcó para siempre, cuando conocí a mi pequeña, justo al salir de mí barriga y ponérmela encima: toqué el cielo.
….
Perdóname pero he tenido que interrumpir mi escrito para ir a limpiarme la baba que se me iba cayendo mientras explicaba el momento más feliz de mi vida, ya me centro, ya…
En las montañas rusas, durante su recorrido, puedes encontrar los llamados ‘loopings’, ¿esos que según como te pilla el cuerpo puedes echar hasta la primera papilla? Pues esos. Comparándolo con la vida, las grandes mochilas que llevamos a nuestras espaldas, que hacen que muchas veces no podamos con la carga, y nuestro cuerpo se debilite hasta el punto que creamos desfallecer. Pero en lugar de sacar ‘cosas’ de la/s mochila/s, seguimos metiendo cada día un poquito más de peso, condición del ser humano un tanto masoquista a veces. Cargamos con nuestros problemas, o cosas que nos gustaría cambiar en nuestras vidas, pero que nunca encontramos el momento para hacerlo, ni tan siquiera analizamos la viabilidad del posible cambio. Por si fuera poco, encima nos cargamos con los problemas, o cosas que no les gustan a los demás, que como consideramos nuestros seres queridos, ¡pues ala, a nuestra mochila que van! Cuando, seamos sinceros, los asuntos de los demás son eso, de los demás. Por mucho que queramos a esas personas, cada uno debe hacer con su vida lo que quiera o pueda. Nosotros podemos ser unos buenos oídos, y unos buenos hombros donde esas personas que tanto apreciamos puedan desahogarse, pero nada más, pues como decía mi abuela es muy fácil dar consejos que para mí no tengo. Buenísimos nuestros abuelos sabios como nadie siendo muchos de ellos analfabetos, lo que hace la experiencia.
Y siguiendo con la montaña rusa y los paralelismos con la vida, también están los tramos de railes rectos sin más, bueno aquí hay momento velocidad, pero nada más. Es aquí cuando aprovechamos para tomar aire, pues seguramente la atracción se está preparando para hacer el pino puente contigo dentro… Así mismo serían los momentos de calma en la vida, el que la encuentra claro…. Ponte por caso, cuando le lees un cuento a tu hijo, cuando te das un buen baño relajante, cuando haces meditación, o simplemente cuando lees mis retales (toma ya lo que acabo de marcarme…). Momentos que emanan paz y tranquilidad, que deberíamos buscar y encontrar para poder recargar pilas. Cada día más nos están dando esos consejos desde diferentes e incluso contrapuestos pensamientos, estilos, filosofías, etc. Desde los budistas hasta el médico de cabecera de medicina tradicional, nos dicen: cuidado con el stress, toma aire, pasea, lee, haz deporte, yoga, o lo que necesites para tener unos minutos al día contigo mismo, y llegar a poder disfrutar de paz y tranquilidad, digo yo que cuando el río suena es que agua lleva.
Y por último, pero no menos importante, está el momento que finaliza la atracción, ese puede acabar de varias formas. Que pienses que por fin se ha acabado y sentir que no has disfrutado, y que seguramente no volverás a montarte, sería un momento agridulce, como cuando inicias un proyecto y te das cuenta que no era el apropiado, no entraré ahora en los porqués de no serlo. O como cuando has estado compartiendo un rato con una persona, previo hacer malabarismos con tu agenda para poder asistir a esa cita, y esa cita, por lo que sea, ese día, no ha sido lo que te esperabas. Esos sin sabores de la vida, o momentos agridulces, o destemplados, que no han provocado ni frío ni calor en ti. Realmente para mí es una de las peores sensaciones que podemos tener, porque la vida, según yo, tiene que estar cargada de emociones, buenas, regulares, no tan buenas, y, vale, vale, lo escribiré, malas y malísimas, pues sin contrarios no hay forma de saber lo que nos gusta y lo que no.
También puedes sentir al acabar la atracción, la satisfacción del trabajo bien hecho, sería algo así como: – soy un/a campeón/a por haberlo hecho, y con eso tengo suficiente, porque no sé si volveré a montarme, no he sentido más allá de haberme atrevido. En este caso, sería como cuando te sale bien un examen que te has preparado, o realizas una tarea en el trabajo de forma satisfactoria. Pero no sabes si volverás a montarte porque igual ese aliciente que hace que aparezcan cosquillitas placenteras no ha sido suficiente, e igual ha ganado más el miedo. Y la verdad, se hace, se hace bien, pero si no se disfruta no se repite, en eso creo que estamos todos de acuerdo. Aquí permitidme un ejemplo con mi pequeña y la comida, soy una defensora nata de la teoría que la infancia ha de aprender a comer, y para ello deben probar cuantas más cosas mejor, sabores, formas de cocinado, etc. Por ello a mi peque siempre le hago probar todo, lo que comemos los demás, lo que debería comer ella, pero con una máxima, si no le gusta no es necesario que lo vuelva a comer, y si le molesta el bocado, al punto de ser algo que aborrece, (debo reconocer que pasa muy poquitas veces) tiene permiso para coger una servilletita y escupir, volvería a la aceptación atragantada, no debemos hacerlo a no ser que sea indispensable, por favor, la vida ya te hace tragar mucho más de lo que a veces podemos digerir, pero al menos podemos probar sino ¿Cómo sabemos? ¿Cómo conocemos? ¿Cómo opinamos?
Y por último mi preferido, te bajas de la atracción, te tiemblan las piernas de tanta adrenalina, y estás deseando volverte a montar, porque el subidón ha sido descomunal. Estos momentos son los que todos buscamos o deseamos, y por nuestra cómoda forma de ser, encontramos pocas o ninguna vez. La mayoría de cosas buenas, buenísimas son gratuitas. La primera el orgasmo: si no tienes con quién o simplemente no quieres compartir sexo con alguien, para tener un orgasmo no se necesita tanta parafernalia, sólo un ratito de intimidad. Y si te apetece probar, el mercado ofrece un sinfín de juguetitos para amenizar la fiesta. Otra cosa que a mí también me apasiona y hace ese momento ‘subidón’ es bailar, y también es gratuito, porque oye ¿Quién ha dicho que haya que bailar así o asá? En mi opinión el baile es una forma maravillosa de expresión, e incluso de terapia, pues puedes hacer lo que quieras, y si lo tuyo es la vergüenza, también tengo la solución para eso, hazlo donde nadie te vea, e incluso si te molesta que no haya espejos, aunque te recomiendo que te mires, descubrirás cosas mágicas de ti que quizá ni sabías que existían, o simplemente te echas unas risas contigo mismo, también muy recomendable. Cantar, gritar, correr, saltar, sin más, sencillamente por el gusto de desfogar, de buscar placer durante un ratito, y si no se puede cada día, al menos de vez en cuando. Hay que buscar el momento ‘subidón’.
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